Sabíamos que, tarde o temprano, algo iba a explotar en Foxconn, la fábrica china donde se producen el iPhone y el iPad. Por supuesto, nadie pensaba que sería algo literal. El viernes 20 de mayo, su instalación en la ciudad de Chengdu sufrió una fuerte detonación que mandó al hospital por lo menos a 16 trabajadores. Este domingo se reportó el tercer fallecimiento a causa de complicaciones, y cuando menos otra decena de heridos continúan recibiendo atención médica.
En un comunicado de prensa, Foxconn anunció que la explosión se originó en uno de los talleres de pulido, pero aún desconoce la causa del accidente. La principal hipótesis es que el accidente fue ocasionado por una detonación de combustible en un ducto, pero no se sabe más. O, tratándose del gobierno chino, simplemente no se quiere decir más.
Las autoridades chinas han establecido un cerco informativo para evitar que los diarios locales hablen sobre el tema. Sin embargo, se sabe que la producción se encuentra detenida, aunque se espera que las labores reinicien este martes. Pese a que se ha abierto una investigación al respecto, es conducida por elementos locales, por lo que es probable que nunca sepamos a ciencia cierta ni las causas ni las consecuencias totales del incidente.
Foxconn es trístemente célebre por los casos de suicidios de trabajadores que se suscitaron en mayo del año pasado, en su planta en la ciudad de Shenzhen. La explotación que recibían orilló a varios empleados a tirarse desde el techo para quitarse la vida. Ante la presión mediática, Apple decidió realizar una evaluación para corregir la situación. Su solución fue que Foxconn aumentara los sueldos, pues se reveló que percibían cerca de 35 céntimos de euro por hora, por jornadas de 12 horas de trabajo al día.
No obstante, la presión del lanzamiento del iPad 2 ha puesto a los trabajadores de Foxconn a laborar prácticamente a marchas forzadas. Como resultado de la demanda del nuevo producto, la empresa construyó el complejo en Chengdu en un tiempo récord de 70 días. La gente de Apple aprobó esta nueva planta, considerándola en condiciones para la producción.
Es obvio que este incidente vuelve a clavar las miradas sobre la responsabilidad compartida de Apple al realizar outsourcing en China para mantener los precios bajos. Y es que muy pocas veces reflexionamos sobre todo lo que existe detrás en el mundo de la manufactura del productos tecnológicos. ¿Servirá este accidente como otra llamada de atención? Ojalá no se trate sólo de una mera crisis de relaciones públicas, sino que se pongan cartas en el asunto.
La respuesta final, empero, también recae en el consumidor: ¿estamos dispuestos a pagar más por el producto, si se nos asegura que hay trato digno para quienes lo construyen? Estoy seguro que aunque la respuesta individual sea un sí, el mercado —ese ente voraz que constituimos con nuestras compras cotidianas— no estaría tan abierto.
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